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martes, 22 de noviembre de 2011

MESA 8. Actualidad del autismo.


 
II FORO: LO QUE LA EVALUACIÓN SILENCIA
 "Las Servidumbres Voluntarias"


MESA 8. Actualidad del autismo. Coordina Iván Ruiz

Senado y política plural ante el autismo (sin texto)
Miriam Andrés
En el principio era el verbo
Vilma Coccoz



Vilma Coccoz. Psicoanalista. Psicóloga Clínica. Docente del NUCEP (Nuevo Centro de Estudios de Psicoanalíticos) ICF (Madrid)
“En el principio era el verbo”

Sí, para cada uno de nosotros, seres hablantes, al principio de nuestros días, el verbo estaba ahí…y era del Otro. A cada uno de nosotros, seres hablantes, nos fue instilado el lenguaje, gota a gota, por nuestros próximos. Es bien sabida la importancia que tiene para nuestra subjetividad que los otros, nuestros próximos, sean reconocibles, que en aquellos que nos arrojaron al mundo podamos suponer un deseo no anónimo, un deseo de participar en nuestro comienzo que tenga nombre, y apellido.
Cada uno de nosotros atrapó, por la inmersión en las turbulentas aguas del incesante parloteo que llamamos humanidad, en el blablá propio de nuestra especie, algunas maderitas a las que asirse para no sucumbir, para mantenerse a flote en este dicharachero ambiente de deseos, sentidos, imperativos, gritos y susurros.
En cada uno de nosotros se ha reiterado el ensayo de la experiencia singular de nacer a la vida como existente, como alguien que puede decir “yo”, como alguien que puede decir.
Cada uno de nosotros proviene de las necesidades más humildes, desde el más absoluto desamparo, y va afianzándose en la vida, tratando de apropiarse del Verbo del Otro para ser, nosotros, cada uno, Verbo, y cada uno, uno. Lacan no dejaba de manifestar su asombro ante el desconocimiento manifiesto de esta realidad tan evidente. Hemos necesitado de su asombro para admitir lo que el inconsciente grita por todos nuestros poros: Al principio era el Verbo.
Freud lo había dicho a su manera: Wo es war soll ich verden: Allí donde Ello era yo debo advenir. El yo (ich) referido se traduce en francés como Je,  es el yo del decir, no la entidad imaginaria, el ilusorio “sí mismo”. ¿Cómo puedo volverme verbo? Porque de este mundo no podemos caernos[1] y, en este mundo, lo  “natural” es hablar….
El verbo es un significante no tan tonto[2], en él se conjuga el pronombre y la acción de la gramática que Freud nombró libidinal: gracias al verbo nos hacemos oír, llevamos, a ratos, la voz cantante, cuando en realidad, somos siervos de un discurso cuyo alcance ignoramos. Gracias al verbo nos hacemos ver, porque al ser vistos nuestra imagen se distingue y podemos reconocerla como propia. Gracias al verbo obtenemos, al ser escuchados y por ser vistos, una ignota satisfacción particularmente arraigada en nuestra piel que nos otorga un cuerpo y con ello, el movimiento.
En algunos de nosotros, los llamados autistas, el Verbo se congela. Ellos, los autistas, no se hacen ver ni oír. Ellos, los autistas, temen y tiemblan ante la voz y la mirada que se añade  al Verbo del Otro. Ellos, los autistas, personajes más bien verbosos, no hacen sin embargo uso del verbo para ser en el decir, para reclamar su lugar e imponerse. Ellos se refugian en el silencio o profieren parrafadas sin sentido, ecos de dichos de  otros, retazos de palabras sin enunciación propia. Ellos pueden ser portavoces de voces imperativas que reclaman la suya, que no adviene. ¿Por qué han renunciado al placer del sentido? ¿Por qué se niegan a la vida en el Verbo? ¿Por qué se refugian en reiteraciones infinitas de acciones enigmáticas?
Insondable decisión del ser, el suyo es un trabajo extremo de defensa ante la angustia inconmensurable que se desprende de estar privado del Verbo y, con ello, del aquí y allí, del mañana y el pasado, del yo y el tú, de lo que distingue lo mío y lo ajeno, de las alegrías y penas que nos aportan las palabras.
Debido a esa precariedad simbólica son presa fácil de la ferocidad evaluadora, que ha pergeñado el identikit del nuevo ideal psicológico según el cual hablar es informar, entender es procesar, conversar y crear vínculos es poseer habilidades sociales, enfadarse es indicio de un déficit en la gestión de la agresividad… A quienes quieran adaptarse, regulando sus conductas a sus sacrosantas normas, se les promete una ganancia de autoestima. La cual incidirá positivamente en el autocontrol de las emociones, con el beneficio añadido de la asertividad, resultado del cálculo de riesgos y pérdidas. Según la criba derivada de semejante “psicología”, todos los seres hablantes, incompletos y fallidos, formamos parte del espectro autista. Todos somos deficitarios ante su rasero estadístico, mortificante e inclemente. Y cuando los autistas, los más vulnerables, se rebelan a sus autoritarios dictámenes para forzarles a ser autónomos y, en su desesperación, aúllan o se agitan, hiperactivos, ellos tienen el recurso a la diosa Química.
La vida en el Verbo, la diversidad inmensa de la humanidad hablante nada importa a los cautivos en el atractivo hipnótico del adjetivo “científico”. A quienes sirven voluntariamente al mercadeo que todo lo intoxica con su lenguaje de gestión,  la mano no les tiembla al firmar sus condenas: ¡Incurable!  Creyéndose eximidos de la responsabilidad que requiere el Verbo, se declaran “expertos”. Su garantía son las imágenes del cerebro, las acreditaciones universitarias, los cargos, los fármacos, las estadísticas. Siervos de un discurso ciego y embrutecido se envalentonan llegando a despreciar el saber acumulado durante veinte siglos de pensamiento ético y político, de clínica, lógica y literatura. La prensa garantiza su supervivencia con monótona insistencia.
Munidos de significantes técnicos, pregonan que el complejo dramatismo de la vida humana se reduce a conductas cuyas pruebas fueron arrancadas a las ratas. Pero el animal, preso en la Necesidad, puede y, de hecho, prescinde de la lógica. En cambio, el ser hablante la precisa aunque la ignore, para orientarse en el Verbo y conseguir tejer la Vida, con los hilos de deseo. Freud anunció esta verdad incómoda y le llamó inconsciente, debido a que el hablante se empeña de manera absurda en su negación, aún al precio del desvarío y de dolores inútiles.
Servir al discurso analítico supone haber renunciado a la idea de Voluntad en pos de elegir amarrarse y someterse a su lógica, que coloca en su debido lugar la Causa, la causa del decir, que es la causa del deseo. Desde allí, invitamos a los autistas a servirse del Verbo, a advenir al ser una vez vencidas en nosotros las tentaciones autoritarias, una vez que nos hayamos desprendido de los mandamientos que exigen nuestro sacrificio a dioses oscuros.

Bibliografía
J. Lacan: Conferencia en Ginebra sobre el síntoma. En Intervenciones y textos 2. Manantial. Buenos Aires 1988. Pág. 155
J.Lacan: Dos notas sobre el niño. Idem. Pág. 55
J. Lacan: Acerca de la Causalidad psíquica. Obras Escogidas I. RBA.Barcelona. 2006.
J.Lacan: Seminario XI. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Paidós. Buenos Aires. 1989.


[1] Cita de H.Heine apreciada por Freud.
[2] “Se podría decir que el verbo se define por ser un significante no tan necio –hay que escribirlo en una sola palabra notannecio- como los otros sin duda, que efectúa el paso de un sujeto a su propia división en el goce y lo es aún menos cuando determina esa división en disyunción y se convierte en signo.” J.Lacan. Seminario XX: Aún. Paidós. Barcelona 1981. Pág.34
En el verbo palpita la vida de un sujeto, es decir, su relación al goce, presente en su modo de decir, su estilo.







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