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miércoles, 25 de abril de 2012

HACIA EL FORUM 3 - Reflexiones - José Manuel Pérez Monge


La posibilidad de dar un nombre a una enfermedad, trastorno o problema, el conocimiento para poder establecer un diagnóstico y el protocolo de la elaboración de informes, apacigua la angustia que provoca la falta de saber estructural al sujeto.

Esta intención por nominar y clasificar los trastornos mentales en función de la sintomatología que presentan, regida principalmente por el DSM-IV (y pronto el DSM-V), puede servir de mucha ayuda al profesional que lo utilice para orientar su intervención. Si las catalogaciones y clasificaciones sirven para poder establecer con mayor claridad cuáles son las necesidades educativas específicas, clínicas o médicas de cada sujeto, esta herramienta puede ser da gran ayuda. Sin embargo, cuando su función es la de etiquetar a un conjunto de personas en base a estadísticas reflejadas en un diagnóstico, que determina los protocolos a seguir, donde el medicamento y el test son la base, la parte más importante del problema se acalla. El sujeto que sufre se deja a un lado para medicarlo y estandarizarlo, sin considerar la particularidad que define a cada sujeto, su experiencia vital, su historia y afectos.

Este vídeo es un claro ejemplo de las posibles consecuencias que puede acarrear  la intención de silenciar el sufrimiento del sujeto mediante clasificaciones diagnósticas o medicamentos, que aunque en ocasiones necesarios, pueden cumplir una función lejana a los intereses del niño o adolescente.  Llegado el momento, será necesario el encuentro con alguien que sepa acoger su particularidad y le ayude a elaborar lo que no puede poner en palabras.

2 comentarios:

  1. El video no puedo verlo, debe tener algún problema. Nos vemos en Sevilla. Saludos.

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  2. Ya puedo, era cuestión de esperar un poco ¡impaciente!

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